lunes, 23 de julio de 2012

Integración Latinoamericana

Tal vez lo mejor de la gastronomía chilena era que en fiestas patrias se comían empanadas y asado. Una vez estuve en Santiago para un dieciocho de septiembre y recibí la invitación de mi amigo Jaime para pasarlo con sus padres en la parcela de la familia, que quedaba camino a Rancagua; él la llamaba parcela, pero cuando la conocí yo la hubiese llamado fundo, mi idea de parcela era que se trataba sólo del terreno y no era así, pues era una casa con todas las comodidades que tiene una de ciudad. Como me parecía que iba a ser algo entretenido, y considerando que además no tenía otras cosas que hacer, acepté la invitación. Pero cuando ya estábamos saliendo de Santiago, Jaime se acordó de repente que no había embanderado su casa en la ciudad y que si no lo hacía le podía caer una multa de no sé cuántos miles de pesos. Felizmente él conducía su propio auto y no estábamos en un bus interprovincial, de modo que pudo dar media vuelta en la autopista y regresar a la ciudad. En la casa de Jaime, le ayudé a izar la bandera chilena, no fue mucho, yo sólo la sujeté y se la pasé, mientras que él, parado sobre un taburete, la desdobló e hizo el resto. Fue un acto de múltiples interpretaciones: para algunos puede demostrar el avanzado grado de integración latinoamericana al que hemos llegado, pero para otros puede constituir un acto de traición a la patria punible con el fusilamiento.

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