jueves, 31 de mayo de 2012

Consejos de Mamá

- Hola hijo.
- Hola mamá.
- ¿Estás comiendo bien por allá?
- Sí mamá.
- Ya sabes, nada de comida chatarra que te hace engordar.
- Ya mamá.
- Prepárate mejor menestras y ensaladas. A ver si consigues quinua. ¿Comen quinua allá? No te olvides de aderezar con sal, pimienta y orégano. También puedes preparar un sofrito con salsa de tomate.
- Ya mamá.
- Y si sales con esas chicas ponte siempre condón.
- Sí mamá.
- Luego de ver tus fotos me espanté. ¡Ay, Dios mio!, esa gente tiene otra mentalidad. Encomiéndate siempre al Señor hijo, no te dejes llevar por caritas y cuerpos bonitos.
- Ya mamá.
- Mira que tú sabes bien cómo son esas mujeres.
- Sí mamá.
- Bueno hijo, te dejo para irme corriendo a misa. Todo tranquilo en Lima, nublado y frio nomás. Más tarde me tomo un té caliente con mis amigas. Tu papá como siempre en el jardín, ya sabes cómo lo entretiene.
- Ya mamá.
- Chau hijo de mi corazón, cuídate y come bien.
- Chau mamá.

...

- Who was that?
- My mom.
- What did she say?
- I don't remember.

La Loca

Una mujer loca vagando por la concurrida esquina de Bloor y Yonge, a la entrada del subterráneo de Toronto. Parece salida de un cuento de Dickens, empujando un cochecito lleno de cachivaches y vestida enteramente de negro, con un pañuelo del mismo color amarrado en su canoso y descuidado pelo. Con sus desaforados gritos asusta a los distraidos transeúntes que pasean indiferentes en esta placentera tarde de primavera en la ciudad.

Un grupo de niñas usando coloridos vestidos, de piernitas translúcidas, mejillas rosadas y pequitas, se asusta al escuchar los gruñidos de la desencajada mujer, ahora recostada en una pared, disfrutando un cigarrillo que encontró tirado en el piso. Como los demás transeúntes, la anciana también parece agradecer la llegada del sol. Verla gritando a diestra y siniestra, como un animal enjaulado, rompe por unos segundos la monotonía de mi día. Siempre le estaré agradecido a la loquita.

El Secreto

Hay dos defectos que no tolero en una mujer: su falta de prolijidad y su excesiva vanidad. Sin embargo, luego de ver comer a mi amiga M. tuve que agregar a mi lista la falta de modales en la mesa.

Es que cuando M. se lleva el tenedor a la boca apoya ambos codos sobre la mesa, encorva la espalda como buitre y se aferra a su plato de comida como un obrero de construcción desmuelado y hambriento. Sus ancianos padres, por el contrario, muestran un particular refinamiento en sus modales y en general una apaciguada dulzura. Fue en la realización de las diferencias entre padres e hija que comprendí el porqué de la desgraciada y forzada soltería de M., sus desquiciados garabatos sobre las servilletas, sus llantos inexplicables, sus misteriosos cortes en los brazos.

La mirada apenada de sus padres, como intuyendo que ya me había percatado de un horrendo e íntimo detalle de la familia, confirmó mis peores sospechas. Bajando la mirada, haciéndome el tonto, sólo atiné a terminar mi sopa en silencio. Mis locas ideas de casarme y tener familia con M. se desvanecieron por completo esa tarde.

Día de la Madre

En un momento de locura y desesperación, el pobre hombre decidió arrojarse para ser arrollado por el trencito lleno de niños y ancianos que recorría el parque de diversiones. Sin embargo, no llegó muy lejos con su afán suicida: el conductor no tuvo dificultad para frenar yendo a cinco kilómetros por hora. Para algunos no es fácil pasar el Día de la Madre en una nueva ciudad.