lunes, 29 de marzo de 2021

El dermatólogo

A veces uno asocia un evento rutinario, como una visita al médico, a una persona que se quiso mucho en el pasado. Creo que es mi caso cuando acudo cada seis meses al consultorio del Dr. Ramírez, mi dermatólogo, para pedirle que realice un descarte de cáncer de piel.

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Conocí a Melissa una tarde de verano. Nuestra relación no duró mucho pero sí dejó algunos momentos divertidos. Era bastante lista y bromista, aunque con un humor que a veces me costaba entender.

Una tarde estábamos echados en el sofá viendo una pelicula cuando Melissa, mirando detenidamente mi brazo derecho, me dijo con seriedad: "tienes que hacerte ver ese lunar". Pensé que estaba bromeando pero cuando la miré en el rostro noté que ni siquiera parpadeaba. "Es en serio. Anda al médico".

Y ahí procedió a contarme su historia: "Mira, yo voy al dermatólogo cada año. Me quito la ropa y el Dr. Salas me revisa todo el cuerpo con su lupa para encontrar lunares sospechosos". Seguía pensando que me estaba bromeando, no podía ser verdad. En ese momento me imaginaba al Dr. Salas como todo un pervertido viendo a una mujer desnuda.

Melissa prosiguió con su relato: "¿Ves esta mancha acá en mi mejilla? Es porque me removieron un lunar que era cancerígeno. Y acá también en mi pantorrilla, ¿ves?". Debo reconocer que me sorprendió la naturalidad con la que Melissa me mostró sus voluptuosas piernas.

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- Usted no tiene nada en la piel caballero. Solamente recuerde usar bloqueador de sol cuando salga a la calle a caminar, la radiación es bastante fuerte en Lima estos días.

- Gracias por el consejo Dr. Ramírez. Ya nos vemos en la próxima cita.

Salí raudamente del consultorio, rumbo a mi departamento. Y finalmente tomé valor para decirle la verdad que había ocultado por años a Melissa, algo que tenía guardado en el fondo de mi corazón todo este tiempo: que siempre pienso en ella cuando el dermatólogo me ve desnudo.

martes, 9 de marzo de 2021

Nostalgia en Xlotaz

Los registros de la época eran contundentes: la primera pandemia de inicios del siglo XXI mató a millones de personas hasta que se descubrió la vacuna. Sin embargo, el virus mutó, se hizo más resistente, invulnerable, todopoderoso.

“Hubo complacencia y una sensación desmesurada de victoria”, relata el sagrado ‘Libro del Fin de los Días Terrenales’, escrito en esos últimos días y que sirve ahora de lección para las nuevas generaciones de Xlotaz, nuestro hogar. 

La segunda pandemia fue de escala apocalíptica, llevándose la vida de cinco mil millones de personas. Otras más quedaron con secuelas irreparables, aunque las mutaciones fueron positivas porque permitieron adaptarnos a nuestra atmósfera caliente.

¿Cómo serían esos humanos? Leí que en un lugar llamado Perú comían carnes y vegetales bajo tierra. Tenían dientes. El Libro revela que también tenían ojos y una nariz. ¿Podrían volar? Eso no lo dicen las escrituras, aunque estoy seguro que sí.