domingo, 1 de agosto de 2021

El cojudigno

Hay episodios en la vida de toda persona que son vergonzosos, que nos alejaron por un rato del mundo de la decencia y del buen nombre. En mi caso, debo confesar que hace años me agarré a la enamorada de un amigo. Bueno, no era mi pata del alma pero sí teniamos confianza. Para mi defensa, Anibal era medio cojudo, y su flaca estaba que me echaba ojo hace rato.

En el pasado, Anibal había apoyado incondicionalmente la campaña del ex Presidente Tolete, cuando ya habían varias evidencias de sus fechorías y carácter errático. No me quedan dudas de que Anibal es un tipo bien intencionado, pero su inocencia (o pelotudez) ya me parecía sacada de un libro de ciencia ficción. Más tarde, cuando todo se hizo evidente con la fuga a los Estados Unidos y la coima de 20 millones de dólares, nunca lo vi deslindar abiertamente del cholo sagrado.

Luego, en la segunda vuelta electoral siempre apoyó al candidato Castelo porque le parecía despreciable votar por Keiku. Seguramente también le conmovió el origen humilde y provinciano del profesor, como le llamaban sus seguidores. Incluso cuando se revelaban más evidencias de su corte autoritario, comunista y de afiliación terrorista, Anibal nunca dejó de aplaudir por Castelo.

Como muchos peruanos engañados, Anibal califica como un "cojudigno". Y creo que en su caso particular, también como un cornudo. Bueno, ahora que analizo la situación con detenimiento, ya no me arrepiento de haberme culeado a su flaca.

domingo, 11 de abril de 2021

El origen de una leyenda

Cuando era niño, Hernando estuvo de vacaciones en Oklahoma con su familia. Allí no sólo descubrió pozos petroleros al clavar unas cañitas en el suelo, sino que pasó la temporada con Carlos, niño al que conoció en el viaje.

Hernando dominaba las artes marciales y le enseñó muchas técnicas a Carlos Ray. El último día antes de regresar al Perú le dijo. 
- Creo que tienes potencial, has aprendido casi todo lo que sé. Hasta podrías ser una estrella de las artes marciales. Pero si ese es el camino que quieres seguir, y es el que te recomiendo, no vas a llegar muy lejos como Carlos Ray. Debes buscar uno con más peso. Con más "pegada" - dijo Hernando mientras inventaba el gesto de hacer las comillas con los dedos en el aire-. Una sílaba basta.

Asi empezó Chuck Norris.

lunes, 29 de marzo de 2021

El dermatólogo

A veces uno asocia un evento rutinario, como una visita al médico, a una persona que se quiso mucho en el pasado. Creo que es mi caso cuando acudo cada seis meses al consultorio del Dr. Ramírez, mi dermatólogo, para pedirle que realice un descarte de cáncer de piel.

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Conocí a Melissa una tarde de verano. Nuestra relación no duró mucho pero sí dejó algunos momentos divertidos. Era bastante lista y bromista, aunque con un humor que a veces me costaba entender.

Una tarde estábamos echados en el sofá viendo una pelicula cuando Melissa, mirando detenidamente mi brazo derecho, me dijo con seriedad: "tienes que hacerte ver ese lunar". Pensé que estaba bromeando pero cuando la miré en el rostro noté que ni siquiera parpadeaba. "Es en serio. Anda al médico".

Y ahí procedió a contarme su historia: "Mira, yo voy al dermatólogo cada año. Me quito la ropa y el Dr. Salas me revisa todo el cuerpo con su lupa para encontrar lunares sospechosos". Seguía pensando que me estaba bromeando, no podía ser verdad. En ese momento me imaginaba al Dr. Salas como todo un pervertido viendo a una mujer desnuda.

Melissa prosiguió con su relato: "¿Ves esta mancha acá en mi mejilla? Es porque me removieron un lunar que era cancerígeno. Y acá también en mi pantorrilla, ¿ves?". Debo reconocer que me sorprendió la naturalidad con la que Melissa me mostró sus voluptuosas piernas.

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- Usted no tiene nada en la piel caballero. Solamente recuerde usar bloqueador de sol cuando salga a la calle a caminar, la radiación es bastante fuerte en Lima estos días.

- Gracias por el consejo Dr. Ramírez. Ya nos vemos en la próxima cita.

Salí raudamente del consultorio, rumbo a mi departamento. Y finalmente tomé valor para decirle la verdad que había ocultado por años a Melissa, algo que tenía guardado en el fondo de mi corazón todo este tiempo: que siempre pienso en ella cuando el dermatólogo me ve desnudo.

martes, 9 de marzo de 2021

Nostalgia en Xlotaz

Los registros de la época eran contundentes: la primera pandemia de inicios del siglo XXI mató a millones de personas hasta que se descubrió la vacuna. Sin embargo, el virus mutó, se hizo más resistente, invulnerable, todopoderoso.

“Hubo complacencia y una sensación desmesurada de victoria”, relata el sagrado ‘Libro del Fin de los Días Terrenales’, escrito en esos últimos días y que sirve ahora de lección para las nuevas generaciones de Xlotaz, nuestro hogar. 

La segunda pandemia fue de escala apocalíptica, llevándose la vida de cinco mil millones de personas. Otras más quedaron con secuelas irreparables, aunque las mutaciones fueron positivas porque permitieron adaptarnos a nuestra atmósfera caliente.

¿Cómo serían esos humanos? Leí que en un lugar llamado Perú comían carnes y vegetales bajo tierra. Tenían dientes. El Libro revela que también tenían ojos y una nariz. ¿Podrían volar? Eso no lo dicen las escrituras, aunque estoy seguro que sí.

lunes, 11 de enero de 2021

La encomienda

“¡Hola Miguelito! ¿Cómo estás? Han pasado demasiados años, lo sé. Te escribo con un poco de pena porque debo pedirte un favor. Viajo a Lima de urgencia para ver a mis padres. Mi papito está enfermo con COVID-19 y estoy enviando objetos de valor, incluyendo los ahorros de toda mi vida, en una encomienda que llegará por DHL. Los quiero sorprender. Por favor dame tu dirección para enviarte el paquete. Ayúdame, no te olvides de tu buena amiga.

xoxo,

Luciana.”

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El mensaje por Messenger de Luciana me dejó desconcertado, debo confesarlo. Habían pasado más de quince años desde que la última vez que nos vimos, ¡éramos tan jóvenes y arrebatados! Y lamentablemente no acabamos bien nuestra relación.

Sin embargo, uno madura con el tiempo, las heridas cicatrizan, el alma se cura. A esta edad uno ya se juega los descuentos y debe perdonar. Y además siempre ha sido mi política mantener una relación cordial con todas mis ex parejas. Después de todo fuimos dos personas que se quisieron en un momento determinado en el tiempo, no tendría sentido mantener algún rencor.

¡Y cómo olvidar a Luciana! ¡Mi Lucianita! Una amiga en común me contó que se casó con un marino apenas salió del colegio. Tuvo hijos al toque y se dedicó a ser ama de casa. Su esposo de entonces la golpeaba –es lo que me confesó ella misma— y por eso lo abandonó y se llevó a sus dos hijos a Canadá, a encontrar una nueva vida.

Llegué a conocer a sus padres y de verdad me apenó enterarme del estado de salud crítico de su papá, Don Roberto, un señor bonachón y siempre dispuesto a contar historias divertidas de su época de vendedor en el norte del país (“en Chiclayo se comía macanudo, cada almuerzo era un placer con mis clientes”). Pobre Lucianita, debía estar sufriendo a la distancia por no poder ayudar a su viejito. Después de todo la pandemia no estaba perdonando y, según los reportes del Ministerio de Salud, en Lima ya no había camas UCI disponibles en los hospitales.

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- Hola Lucianita, encantado de ayudarte. Mi dirección es Loma Milagrosa 237, departamento 304, Urb. Primavera Eterna, Lima.

- Gracias Miguelito, sabía que no me fallarías. La gente de DHL te contactará pronto. Besos, siempre me acuerdo de ti.

Luego de diez minutos me llegó el esperado mensaje por WhatsApp:

- ¿Sr. Miguel Velazco? Soy Juan Carlos Rivadeneira, supervisor de atención al cliente de DHL. Ha llegado una encomienda para usted y se la estoy llevando ahora mismo. El problema es que tiene siete kilos extra y por ello debe pagar una penalidad. Necesito su conformidad urgente. Debe pagar hoy porque de lo contrario se retornará el paquete a Canadá.

¿Qué hacer ahora? No podía decepcionar a Lucianita. Ya la había herido demasiado cuando fuimos enamorados y era momento de subsanar errores, portarme como un caballero. Bueno, en realidad como el hombre que nunca fui con ella.

- ¿Cuánto debo pagar?

- Son 8,400 soles en total, 1,200 soles por kilogramo adicional. Necesito que me proporcione su tarjeta de crédito.

- Está bien, lo que sea necesario para que me envíen la encomienda ahora.

Pagué. Era lo justo. Lucianita finalmente podría venir a Lima y ayudar a su familia. Y tal vez, ahora que ambos estábamos libres de compromisos, intentar nuevamente en el amor. Era linda, nunca me dejo de gustar.

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Algo debe haber pasado con Luciana, no me ha vuelto a escribir y ya han pasado tres días. Tampoco me responde los mensajes. ¿Se habrá molestado conmigo? El paquete de DHL tampoco ha llegado. 

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Lima, 31 de diciembre de 2020

PERIODISTA CASI CAE EN ESTAFA CON CUENTO DEL "ENVIO DE ENCOMIENDA"

sábado, 2 de enero de 2021

Sueño de una noche de verano

Ahí estaba yo, sentado en un cubil listo para dar mi examen final de Arte y Cultura. Pero no me esperaba lo que venía. Frente a mí, hacia la izquierda, había una especie de programa usado para las apuestas, en formato de periódico, pasado, de modo que incluía partidos que ya se habían jugado, pero con el marcador en blanco. Hacia la derecha, una caja con un montón de piezas de Lego. Entre ellas, la que me llamó la atención fue una especie de rulero blanco cubierto en todas direcciones con los circulitos en los que se insertan las piezas.

Mi cubil era particular, ya que no tenía pared al lado izquierdo. Yo estaba en el primero a la entrada del salón, de modo que al voltear a la izquierda podía ver quién bajaba las escaleras. Porque además “mi salón” estaba debajo de algo, de modo que para “entrar” a él sólo podía hacerlo bajando las escaleras.

En una de esas, varios minutos después de infructuoso intento de descifrar qué tenía que hacer frente a unos materiales tan inesperados, y de pensar que me iban a revolcar en el examen final, veo al profe del curso bajando la escalera. En realidad, parecía el profe de Educación Física, hasta con polo y pantalón de buzo venía. Pero me estaba tomando el examen final de Arte y Cultura.

Apenas bajó al salón, me paré para preguntarle:

- Profe, buenas, no entiendo. ¿Qué tenemos que hacer con esto?

Me miró, asintió y apenas iba a responder escuchamos ruido de pasos en la escalera. Eran tres personas esta vez, parecía una familia: un señor, una señora y un niño chico que ya caminaba. O que al menos era capaz de bajar una escalera, aunque sea lentamente.

Aún les faltaba bajar unos escalones, pero el padre apenas divisó al profe lo llamó:

- Profesor, tiene que ayudarnos. Venimos desde Tanzania a hablar con usted.

El profe los miró y me hizo un gesto girando el dedo índice de que volviera en un rato. Mientras yo pensaba si Tanzania todavía existía atiné a preguntarle:

- ¿Y qué hago con los Lego? 

La respuesta no pudo ser más obvia:

- ¡Arma algo, pues!  

Entonces supe qué hacer. Mi idea era armar diferentes figuras alrededor del rulero, para mí era evidente que nadie más haría algo tan genial. Pero mientras estaba armando las figuras me asaltó cierta angustia. ¿Realmente podría aprobar? Si el examen tenía dos partes, estaba respondiendo sólo una. No tenía ni la mínima idea de qué hacer con el periódico. ¡O sí! De repente sentí que la inspiración, casi como un flechazo, me llegaba y me quedaba claro para qué lo necesitaba…

Y entonces desperté.