sábado, 1 de septiembre de 2012

Desvaríos de una Santiaguina Cuarentona

Desde ese día me sigo preguntando qué habrá sido de su vida y cómo hubiera sido la mía si le hubiera hecho caso. De repente no hubiese sido tan malo vivir en Lima. No parecía una mala persona para nada y encima cero malicia. Siguió embobado conmigo durante todo el almuerzo a pesar de que le estaba diciendo sutilmente que él me parecía una terrible compañía. Para almorzar, podía ser, pero sólo una vez. Por eso tras conversar con él, me di cuenta que era mejor sacármelo de encima de una vez, sino el acoso hubiese podido llegar a límites insospechados. ¿O acaso creyó que no me había dado cuenta de esa ocasión en la que me siguió en el metro, cuando salí corriendo de la estación La Moneda y me subí a la micro que estaba pasando por ahí sólo para dejarlo atrás? Pero él realmente quería estar conmigo, pasar tiempo conmigo, lo noté altiro, bastaron pocas palabras suyas para notarlo, no sé si es algo innato o adquirido, pero una se da cuenta. Palabras, debo admitirlo, mejor pronunciadas que por la mayoría de personas que escucho en el día a día, pero es que aprendemos desde chicos a hablar así. Y mientras él se proyectaba y me veía yo creo como su polola, yo no pasaba de ver a un gallo no mal parecido pero refome que tenía unas patillas anacrónicas, de ésas que sólo se ven en los libros de historia de primero o segundo medio cuando se estudia a los libertadores y aparecen sus retratos, como el de O’Higgins o el de José de San Martín que tenía unas parecidas. Además se ponía unos lentes que parecían directamente traídos de los años setenta, de esos con montura ancha y toda la cosa, era casi como que lo hubiera traído una máquina del tiempo desde varias décadas atrás.

Pero creo que lo peor de todo era que además era tan inocente que creía que George Harrison era lo máximo y que me gustaba Radiohead. Lo estaba leseando durante todo el rato, pero él seguía creyendo que estaba frente a su alma gemela. Era casi como que una diosa se hubiese dignado atender los requerimientos de un simple mortal. ¡Y la diosa era yo! ¿Por qué lo rechacé? Tras todos estos años, ni yo misma lo tengo claro. No le di nunca alguna oportunidad, yo misma no sé bien porqué. Me arrepiento de eso. Pero de repente mi arrepentimiento (perdón por este involuntario juego de palabras) en realidad tiene que ver con mi egoísmo. Es que desde entonces, nunca más sentí que alguien me quisiera como sentía que él me quería y lo que más sentí fue que después de rechazarlo empezara a sentir de veras algo por él (¡cuántas sensaciones he expresado en tan pocas palabras!), algo que nunca me pude explicar, pero supongo que tiene que ver con la intensidad y la inocencia con la que él vivió esos minutos conmigo durante aquel almuerzo hace ya tantos años en el casino de la universidad.

En ese momento sólo pensaba en cómo encontrar la forma de rechazarlo. Pero desde hace ya algunos años, no he podido dejar de pensar en él. Tanto que estos años viajé dos veces a Lima como pudo haberlo hecho cualquier turista (en realidad, casi nadie que va en plan turista se queda solamente en Lima, sospecho que yo pude haber sido la única) pero con la secreta esperanza de verlo por ahí, como por casualidad. En realidad, cuando me pongo a darle vueltas a esos viajes, me es difícil explicar para qué los hice, Lima es más grande que Santiago y yo nunca supe si él vive en Miraflores, en Los Olivos, en San Juan (mas encima, hay dos San Juan, así que me confundo un poco) o en alguna otra de las más de cuarenta comunas de Lima (que allá se llaman distritos), de modo que racionalmente es casi imposible llegar allá y esperar encontrármelo. Por último, nada garantiza que le guste salir, en cuyo caso habría que realizar una búsqueda casa por casa, labor titánica e imposible para mí o para cualquier ser humano, se necesitan miles para hacer un censo. Sin embargo, por alguna razón debemos haber coincidido y, por eso, el hecho de habernos conocido (dentro de lo que se pudo), no puede haber sido todo fruto del azar, de modo que ya lo he decidido, dentro de dos semanas voy nuevamente a buscarlo a Lima y estoy segura de que esta vez será la definitiva.

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