martes, 14 de agosto de 2012

Reflexión

Era uno de esos días de lluvia en Lima -es un decir, en realidad estaba garuando, en Lima nunca llueve realmente, es como que las gotas tuvieran vergüenza de desarrollarse y de formar parte de una lluvia en toda regla- y de regreso a casa tenía que usar los limpiaparabrisas para poder conducir tranquilo. Desde el asiento trasero del auto, Fátima opinó sobre la estela dejada por las plumillas:
- Mira papá, es como un arco iris.
- Es como un arco, hija. El arco iris es un tipo de arco. – se me ocurrió hablarle en términos geométricos.
- ¡Papá! Así no son los arcos, son como rectángulos – me repuso.
- Bueno – el  clima no estaba para discusiones y seguí manejando.
Al día siguiente, Fátima cuenta el paseo a su manera, siempre riéndose, a los cuatro años la vida suele ser divertida:
- Y mi papá dice que eso no se llama como arco iris sino cancha de fútbol.
Estuvo cerca, pero no se trata de eso, sino de que a veces uno no se da cuenta de cuánto puede influir en los hijos; siempre había escuchado eso de que los chicos son como una esponja, pero sólo entonces lo pude notar. No puedo garantizarlo, pero espero ser, trataré de serlo, una buena influencia.

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