jueves, 31 de mayo de 2012

La Loca

Una mujer loca vagando por la concurrida esquina de Bloor y Yonge, a la entrada del subterráneo de Toronto. Parece salida de un cuento de Dickens, empujando un cochecito lleno de cachivaches y vestida enteramente de negro, con un pañuelo del mismo color amarrado en su canoso y descuidado pelo. Con sus desaforados gritos asusta a los distraidos transeúntes que pasean indiferentes en esta placentera tarde de primavera en la ciudad.

Un grupo de niñas usando coloridos vestidos, de piernitas translúcidas, mejillas rosadas y pequitas, se asusta al escuchar los gruñidos de la desencajada mujer, ahora recostada en una pared, disfrutando un cigarrillo que encontró tirado en el piso. Como los demás transeúntes, la anciana también parece agradecer la llegada del sol. Verla gritando a diestra y siniestra, como un animal enjaulado, rompe por unos segundos la monotonía de mi día. Siempre le estaré agradecido a la loquita.

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