sábado, 2 de enero de 2021

Sueño de una noche de verano

Ahí estaba yo, sentado en un cubil listo para dar mi examen final de Arte y Cultura. Pero no me esperaba lo que venía. Frente a mí, hacia la izquierda, había una especie de programa usado para las apuestas, en formato de periódico, pasado, de modo que incluía partidos que ya se habían jugado, pero con el marcador en blanco. Hacia la derecha, una caja con un montón de piezas de Lego. Entre ellas, la que me llamó la atención fue una especie de rulero blanco cubierto en todas direcciones con los circulitos en los que se insertan las piezas.

Mi cubil era particular, ya que no tenía pared al lado izquierdo. Yo estaba en el primero a la entrada del salón, de modo que al voltear a la izquierda podía ver quién bajaba las escaleras. Porque además “mi salón” estaba debajo de algo, de modo que para “entrar” a él sólo podía hacerlo bajando las escaleras.

En una de esas, varios minutos después de infructuoso intento de descifrar qué tenía que hacer frente a unos materiales tan inesperados, y de pensar que me iban a revolcar en el examen final, veo al profe del curso bajando la escalera. En realidad, parecía el profe de Educación Física, hasta con polo y pantalón de buzo venía. Pero me estaba tomando el examen final de Arte y Cultura.

Apenas bajó al salón, me paré para preguntarle:

- Profe, buenas, no entiendo. ¿Qué tenemos que hacer con esto?

Me miró, asintió y apenas iba a responder escuchamos ruido de pasos en la escalera. Eran tres personas esta vez, parecía una familia: un señor, una señora y un niño chico que ya caminaba. O que al menos era capaz de bajar una escalera, aunque sea lentamente.

Aún les faltaba bajar unos escalones, pero el padre apenas divisó al profe lo llamó:

- Profesor, tiene que ayudarnos. Venimos desde Tanzania a hablar con usted.

El profe los miró y me hizo un gesto girando el dedo índice de que volviera en un rato. Mientras yo pensaba si Tanzania todavía existía atiné a preguntarle:

- ¿Y qué hago con los Lego? 

La respuesta no pudo ser más obvia:

- ¡Arma algo, pues!  

Entonces supe qué hacer. Mi idea era armar diferentes figuras alrededor del rulero, para mí era evidente que nadie más haría algo tan genial. Pero mientras estaba armando las figuras me asaltó cierta angustia. ¿Realmente podría aprobar? Si el examen tenía dos partes, estaba respondiendo sólo una. No tenía ni la mínima idea de qué hacer con el periódico. ¡O sí! De repente sentí que la inspiración, casi como un flechazo, me llegaba y me quedaba claro para qué lo necesitaba…

Y entonces desperté.

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