jueves, 25 de abril de 2013

El Dogma

¡Tres minutos más! El partido había sido trabado, disputado arduamente pero lejos de ser un canto al fútbol o algo parecido. El local perdía por un gol a pesar de haber sido el equipo que más había intentado; el visitante dominaba el contragolpe y había tenido algo de fortuna. Tanta que en los descuentos, en la jugada menos pensada, recuperó la pelota en su propia cancha y, con más velocidad que destreza, terminó ampliando la diferencia. Pero tras el gol, pasó lo impensado. El entrenador visitante arrojó molesto su botella de agua contra el piso, mientras que el local levantó el puño derecho como en señal de triunfo mientras esbozaba una ligera sonrisa. Es que ambos habían aprendido que el 2-0 es el resultado más peligroso del fútbol.

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