Los inicios fueron duros, su ascenso meteórico. Conseguir auspiciadores fue muy difícil, que era uno más del montón le dijeron. Pero, con mucho empeño, alcanzó los recursos que necesitaba para perseguir su sueño. Y ahora, tras haber quedado tercero en el gran rally internacional, estaba en el podio, llorando. Pero no lloraba por haber perdido el primer puesto en la última etapa, sino de emoción. Simplemente no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas al recordar sus inicios conduciendo aquella vetusta y carente de revisiones técnicas camioneta rural por las calles de Lima.
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