La cola del supermercado estaba demasiado larga para mi gusto: había tres personas delante de mí, y mi gusto es que no haya nadie. Mientras esperaba que me atendieran, me fijé en los dos clientes que estaban justo delante de mí. Parecían un padre y un hijo, tendría alrededor de cuarenta el primero y unos quince -tal vez menos- el segundo. Compraban cosas de comer y un diario, mientras conversaban sobre lo que iban a hacer después de almorzar. Nada inusual, pero al final, cuando la cajera hizo la típica pregunta que hacen las cajeras, me di cuenta de que había estado cerca de uno de los padres más liberales del mundo o de que yo todavía no me acostumbro a la época en que vivo.
- ¿Algo más, señor?
- Sí, una caja de preservativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario