Realizó un partido espectacular, con una actuación que seguramente los aficionados de ambos equipos recordarían por décadas. No solo había hecho dos goles, uno de derecha desde fuera del área y otro con un espectacular empalme en primera con la pierna izquierda, sino que además le cometieron el penal que cerró el amplio triunfo sobre el clásico rival. Acabado el encuentro, los simpatizantes del equipo para el que jugaba no dejaban de corear su nombre. Era una situación cercana a la gloria, pues con ese triunfo su equipo conseguía al fin ganar la Liga, por primera vez en treintaidós años. Solamente entonces se dio cuenta de lo que había hecho: mandar al descenso al equipo del que siempre había sido no hincha, sino fanático.
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