Mi mayor deseo es engendrar un hijo con una mujer de cada nacionalidad en el mundo. Comenzando con Afganistán y terminando con Zimbabwe. Así podría perpetuar mis genes en diferentes razas y culturas, cumpliendo el sueño trunco de Alejandro Magno, el gran conquistador y visionario.
El tema es que necesito plata para financiar esta ambiciosa empresa; no debe ser barato mantener a casi trescientas mujeres y sus respectivas criaturas. ¿Y si algunas conciben gemelos o trillizos? Eso me descuadraría totalmente el presupuesto, ni hablar. Dicen que se gasta una fortuna, especialmente en pañales y biberones. ¡Y el costo de vida que está ahora por las nubes!
La única solución viable que encuentro a mi problema es ganar el premio mayor de la lotería. Cinco dólares, el precio de un cachito, puede significar la diferencia entre una existencia sin sentido y la conquista inexorable del planeta Tierra.
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