Ayer se me reventó la llanta trasera de la bicicleta. Como
todo accidente en la vida, fue algo inesperado. Aunque para ser totalmente
honesto, ya había visto que la llanta estaba medio chueca, rozando el
tapabarros negro de la parte trasera y haciendo un ruidito molesto. En otras
palabras, el accidente fue una tragedia anunciada, la cual merecía por flojo y
dejado.
Una tragedia porque debía llegar a una conferencia sobre
hongos en el centro de la ciudad en un par de horas. Para mi suerte la tienda
de reparación de bicicletas estaba a solo unas cinco o seis cuadras así que
respiré aliviado sabiendo que había una solución rápida a mi problema. "En
45 minutos tendremos lista su bicicleta. Hay que cambiar la llanta trasera en
su integridad, incluyendo los frenos. Con una llanta nueva se deberán ajustar
los frenos, lo que significa un costo extra de $15 por mano de obra. Con
impuestos el total general es $128. ¿Cómo prefiere pagar? ¿Efectivo, crédito o
débito? Por si acaso puede tomar un café mientras espera en nuestra tienda. Solo
por hoy ofrecemos un 15% de descuento en la línea de infladores electrónicos y
botellas de agua con termómetro incorporado. Dado que su bicicleta no durará
mucho tiempo, le puede interesar ver y, si desea, probar una de nuestras nuevas
bicicletas con cuerpo de titanoa, una aleación de titanio y extracto molecular
de quinua de Bolivia. Por la compra de cualquier modelo de la marca Zintexfar
que esté por encima de $3,000 le ofrecemos un 10% de descuento adicional al
descuento de 20% que ya está reflejado en la etiqueta. Nuestras bicicletas
vienen con una garantía de 3 años que cubre partes y mano de obra. No dude en
consultarme si quiere probar algún modelo. Sobre la reparación de su bicicleta,
le mandaremos un mensaje de texto a su celular apenas la tengamos lista para
entrega."
Creo que el vendedor se quedo sin saliva luego de
semejante descripción. La verdad es que creo que me estaba tomando el pelo con
eso de la quinua molecular. Sé que la quinua está de moda por estos lares pero
esto ya me parecía demasiado. En fin, me tomé un café con un poco de crema y
azúcar, y me puse a explorar la tienda para matar el tiempo. Había un video
alucinante de ciclistas extremos, haciendo acrobacias mortales.
Como el día estaba soleado y un poco caluroso, decidí
salir a caminar a la calle para seguir matando el rato. Entré a una tienda de sánguches
y ordené uno de pollo con palta, lechuga, tomate, aioli y alcaparras. Estuvo
bastante sabroso, debo reconocerlo. La combinacion de ingredientes, aunque
simple, era una obra maestra. Bueno, luego de empujarme ese sánguche me dio
harta sed así que caminé unas cinco cuadras abajo hasta la juguería de un señor
de Bangladesh que tiene el mejor mango lassi de la ciudad. Y es porque le pone
harta pulpa de mango y sale dulce y cremoso como me encanta. Y lo vende barato,
a solo $2 cada vaso. Es un misterio cómo sobrevive su negocio pero será porque
tiene un tráfico constante durante todo el día, especialmente de obreros de
construcción.
Tomaba mi mango lassi y recordé que mi conferencia sobre
hongos comenzaba en media hora. Si pedaleaba rápido mi bicicleta la hacía a
tiempo, me dije mientras apuraba el paso. Mi teléfono no vibraba aún y ya había
pasado el tiempo que el hombre de la tienda había indicado para mi bicicleta. Me
pareció raro porque la gente acá es generalmente puntual. No importaba, decidí
regresar a la tienda de todas maneras, mi bicicleta estaba seguramente lista y
esperando por mi. Ya me alucinaba montándola de nuevo, sintiendo la brisa de
las seis de la tarde en mi rostro, llegando al centro de la ciudad y sentir el
bullicio de la gente, las chicas vestidas de forma atrevida para ir a
divertirse.
Llegué finalmente a la tienda y veo que ya estaban a punto
de cerrar pues ya barrían el piso en ciertas secciones. No logré ubicar al
vendedor que me atendió así que me acerqué a uno más joven que usaba un
sombrerito negro con una pluma roja. Le dije que venía a recoger mi bicicleta.
Me pidió por mi recibo para buscarla en el taller pero le dije que no me habían
entregado uno, que el vendedor se olvidó de hacerlo. "¿Qué otro
vendedor?", me dijo preocupado. "Uno de pelo negro y bigote", le
respondí. "No tenemos ningún vendedor con esas características y tampoco
tenemos su bicicleta. Lo siento, creo que ha sido estafado. Y la tienda no se
responsabiliza por objetos extraviados o robados dentro del local",
sentenció con cara de palo el vendedor.
Con tremenda noticia, no me quedó otra más que reirme al
comienzo porque me parecía una broma de mal gusto. Luego lloré desconsoladamente
y por ultimo regresé a pie a mi casa. Nunca llegué a ver esos malditos hongos.
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