martes, 10 de diciembre de 2013

La Gente es Mala

Ayer se me reventó la llanta trasera de la bicicleta. Como todo accidente en la vida, fue algo inesperado. Aunque para ser totalmente honesto, ya había visto que la llanta estaba medio chueca, rozando el tapabarros negro de la parte trasera y haciendo un ruidito molesto. En otras palabras, el accidente fue una tragedia anunciada, la cual merecía por flojo y dejado.
 
Una tragedia porque debía llegar a una conferencia sobre hongos en el centro de la ciudad en un par de horas. Para mi suerte la tienda de reparación de bicicletas estaba a solo unas cinco o seis cuadras así que respiré aliviado sabiendo que había una solución rápida a mi problema. "En 45 minutos tendremos lista su bicicleta. Hay que cambiar la llanta trasera en su integridad, incluyendo los frenos. Con una llanta nueva se deberán ajustar los frenos, lo que significa un costo extra de $15 por mano de obra. Con impuestos el total general es $128. ¿Cómo prefiere pagar? ¿Efectivo, crédito o débito? Por si acaso puede tomar un café mientras espera en nuestra tienda. Solo por hoy ofrecemos un 15% de descuento en la línea de infladores electrónicos y botellas de agua con termómetro incorporado. Dado que su bicicleta no durará mucho tiempo, le puede interesar ver y, si desea, probar una de nuestras nuevas bicicletas con cuerpo de titanoa, una aleación de titanio y extracto molecular de quinua de Bolivia. Por la compra de cualquier modelo de la marca Zintexfar que esté por encima de $3,000 le ofrecemos un 10% de descuento adicional al descuento de 20% que ya está reflejado en la etiqueta. Nuestras bicicletas vienen con una garantía de 3 años que cubre partes y mano de obra. No dude en consultarme si quiere probar algún modelo. Sobre la reparación de su bicicleta, le mandaremos un mensaje de texto a su celular apenas la tengamos lista para entrega."
 
Creo que el vendedor se quedo sin saliva luego de semejante descripción. La verdad es que creo que me estaba tomando el pelo con eso de la quinua molecular. Sé que la quinua está de moda por estos lares pero esto ya me parecía demasiado. En fin, me tomé un café con un poco de crema y azúcar, y me puse a explorar la tienda para matar el tiempo. Había un video alucinante de ciclistas extremos, haciendo acrobacias mortales.
 
Como el día estaba soleado y un poco caluroso, decidí salir a caminar a la calle para seguir matando el rato. Entré a una tienda de sánguches y ordené uno de pollo con palta, lechuga, tomate, aioli y alcaparras. Estuvo bastante sabroso, debo reconocerlo. La combinacion de ingredientes, aunque simple, era una obra maestra. Bueno, luego de empujarme ese sánguche me dio harta sed así que caminé unas cinco cuadras abajo hasta la juguería de un señor de Bangladesh que tiene el mejor mango lassi de la ciudad. Y es porque le pone harta pulpa de mango y sale dulce y cremoso como me encanta. Y lo vende barato, a solo $2 cada vaso. Es un misterio cómo sobrevive su negocio pero será porque tiene un tráfico constante durante todo el día, especialmente de obreros de construcción.
 
Tomaba mi mango lassi y recordé que mi conferencia sobre hongos comenzaba en media hora. Si pedaleaba rápido mi bicicleta la hacía a tiempo, me dije mientras apuraba el paso. Mi teléfono no vibraba aún y ya había pasado el tiempo que el hombre de la tienda había indicado para mi bicicleta. Me pareció raro porque la gente acá es generalmente puntual. No importaba, decidí regresar a la tienda de todas maneras, mi bicicleta estaba seguramente lista y esperando por mi. Ya me alucinaba montándola de nuevo, sintiendo la brisa de las seis de la tarde en mi rostro, llegando al centro de la ciudad y sentir el bullicio de la gente, las chicas vestidas de forma atrevida para ir a divertirse.
 
Llegué finalmente a la tienda y veo que ya estaban a punto de cerrar pues ya barrían el piso en ciertas secciones. No logré ubicar al vendedor que me atendió así que me acerqué a uno más joven que usaba un sombrerito negro con una pluma roja. Le dije que venía a recoger mi bicicleta. Me pidió por mi recibo para buscarla en el taller pero le dije que no me habían entregado uno, que el vendedor se olvidó de hacerlo. "¿Qué otro vendedor?", me dijo preocupado. "Uno de pelo negro y bigote", le respondí. "No tenemos ningún vendedor con esas características y tampoco tenemos su bicicleta. Lo siento, creo que ha sido estafado. Y la tienda no se responsabiliza por objetos extraviados o robados dentro del local", sentenció con cara de palo el vendedor.
 
Con tremenda noticia, no me quedó otra más que reirme al comienzo porque me parecía una broma de mal gusto. Luego lloré desconsoladamente y por ultimo regresé a pie a mi casa. Nunca llegué a ver esos malditos hongos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario