Esa mañana de invierno desperté sudando y agitado en mi cama. Jamás había imaginado que soñaría con todas mis ex enamoradas a la vez. Todas vestían una toga de color negro y llevaban en las manos un látigo metálico de color blanco. Se flagelaban con furia entre ellas, golpeándose hasta sangrar en las piernas, brazos y espaldas. Y repitiendo sin parar, diríase que como autómatas, una frase que me dejó consternado por varios meses. "Eso nos pasa por haber sido tan huevonas."
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