Si es cierto como pienso que estoy perdiendo la memoria, hay un recuerdo que sí me gustaría conservar: el de Fátima con apenas dos años, emocionada por el cumpleaños de su amiguita, que me jala corriendo por la avenida rumbo a la fiesta. Una cuadra de alegría intensa. Si los momentos se pudieran comprar, éste me costaría una fortuna. No me importaría si no recordara nada más, ni siquiera a dónde o para qué corríamos tomados de la mano, solo quisiera poder recordarla siempre, feliz ella y feliz yo, como en ese momento.
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