Acabado el primer control de lectura que tomé tras el examen parcial, se me acercó un alumno que no había visto nunca antes en mi clase.
- Profesor, quiero hablar con usted. Lo que pasa es que estoy repitiendo este curso, pero estoy a prueba en una empresa. Les he dicho que ya acabé la universidad y por eso no puedo venir a las clases, ni siquiera a las evaluaciones. Hoy me he escapado y puedo hacerlo para el próximo control de lectura, pero quería ver si me podría ayudar. De repente reemplazarme la nota más alta de controles en el parcial, otros profesores lo han hecho. O quizás tomarme una prueba sustitutoria.
Tenía una actitud como de quien no suele encontrar oposición a sus planteamientos, y por la ropa y el apellido parecía venir de una familia acomodada. Sin embargo, no lo juzgo ahora ni lo juzgué en ese momento. No le dije ni sí ni no, solo atiné a decirle que lo podría ayudar si en el siguiente control de lectura me demostraba que le interesaba el curso y que la forma de que ello se notara era que en esa evaluación saliera en el tercio superior con mejor nota. Me dijo que lo iba a intentar; tal vez entendió mal, porque obtuvo la tercera nota más baja de la prueba.
Se retiró antes de fin del ciclo y no lo volví a ver. Pero desde entonces he tenido algunos accidentes extraños y a veces siento que me acechan.
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