¡Crack! Se cae el
frasco de fideos al suelo de la cocina, explotando y haciendo un sonido seco.
Los pedazos transparentes de vidrio se mezclan con el fideo cabello de ángel
que íbamos a utilizar para la sopa que preparábamos mi esposa y yo.
--“Esto ocurre por no
poner suficiente cuidado al cocinar, ¿ya ves?”, le grito a Katariina mientras
inspecciono rápidamente el daño en el piso.
--“Pensé que tú
agarrabas el frasco”, me responde visiblemente consternada, con su acento nórdico,
pausado y siempre alargando las vocales.
De inmediato, ambos nos
agachamos y arrodillados comenzamos a recoger los pedazos rotos con la ayuda de
un recogedor de mano y una escobita de cerdas de plástico. Ella barre
minuciosamente y yo acomodo unas hojas de papel periódico en el piso para
colocar los desperdicios encima.
Mientras trabajamos en
silencio, cada uno enfocado en cumplir su tarea, miro la silueta de Katariina
sin que ella se percate. Viéndola barrer con empeño cada pedacito del piso,
demostrando su entereza y sacrificio casi heroico por nuestro hogar solo me
hacen constatar lo miserable que fui al gritarle. Y de pronto algunas preguntas
vienen a mi cabeza: ¿Por qué se enamoró de mi? ¿Por qué se casó conmigo? ¿Por
qué dejó su país y su familia para vivir conmigo en Lima?
Terminamos de poner el
último pedazo de vidrio en la basura y nos quedamos mirando después el uno al
otro, como avergonzados por haber discutido por una tontería. Me disculpo
avergonzado por mi impaciencia, jurando que no la volveré a tratar de esa
manera. Ella me mira a los ojos para saber si soy sincero y acepta mis disculpas.
Nos abrazamos, prometiéndonos que nunca más nos haremos daño.
--“Después de todo
somos un equipo y los esposos que se aman no discuten por estupideces”, le
recalco como si fuera un niño recitando las reglas de un juego.
--“Y nunca debemos ir a
dormir a la cama molestos”, agrega ella, como si hubiera querido completar mi
oración.
--“Claro que no, jamás”,
le respondo convencido de cada una de mis palabras.
Ambos sonreímos y nos
damos un beso tierno en los labios, como siempre hacemos desde que fuimos enamorados,
y nos vamos finalmente a dormir. Mañana hay que despertar temprano para ir a
trabajar. Y me hago otra pregunta final: ¿Cómo dejar de amar a mi dulce Katariina?
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