Ayer perdí a otro amigo de la infancia. Quizá fueron la falta de tiempo, las crecientes preocupaciones del trabajo, las responsabilidades con la familia o simplemente la falta de ganas de coger el teléfono para hacer una llamada para tomar una cerveza. 'Es la vorágine de la vida', me digo para no sentirme tan mal por este triste episodio que se repite con mayor frecuencia. No ayudó que mi amigo no tuviera una cuenta de Facebook o Twitter. Pensándolo bien, creo que fue mi amigo, con su dejadez para usar las redes sociales, el culpable de todo.
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