- Y esa fábula la escribió un señor que vivió hace mucho tiempo llamado Esopo - le digo.
Fátima me mira con los ojos bien abiertos, pero no dice nada.
- Tiene un nombre raro, ¿no? No conozco ningún otro señor que se llame así - insisto confirmando lo extraño.
- ¿Isopo? - me pregunta Fátima en su media lengua y sonriendo como cuando ha hecho alguna travesura - ¿Como el limpiador de orejas?
- Esopo, hijita, no hisopo.
Y reímos juntos varios segundos, tal vez más de un minuto. La felicidad de ser padre se administra en pequeñas dosis, pero concentradas.
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