jueves, 18 de octubre de 2012

Memoria Selectiva

Muchas veces se había dado cuenta de que tras responder afirmativamente a si había visto tal película o si había leído tal libro, lo que era cierto, se daba cuenta de que en verdad no recordaba aspectos importantes de la trama. El mayor ejemplo era el de Los Cuatro Fantásticos, pues no recordaba en qué acababa la película. Sin embargo, el hecho de poder recordar a Jessica Alba y la famosa escena del cruce del puente, le suponía un alivio, pues al menos eso le demostraba –según creía- que la amnesia no era total.

¿Explicación?

Creo haber dicho ya que tengo mala memoria, pero si no lo dije lo digo ahora. Tal vez mi problema se origine en tener demasiadas cosas juntas en la cabeza, como si ésta fuera algo así como un atestado vehículo de transporte público, o de locomoción colectiva, expresión que difícilmente se escuchará en un lugar que no sea Chile, a no ser que sea dicha por un chileno que está fuera de Chile, un patiperro tal vez, que podría estar en particular en la India, muy probablemente por turismo ya que parece poco probable que se hubiese ido a trabajar por allá, si algo sobra en la India es gente, para qué contratar foráneos. En fin, volviendo a este ya mencionado vehículo, su desborde de pasajeros, es decir de ideas si se me ha entendido la comparación, se manifiesta en que los excedentes se bajen de mala manera cuando me pongo en movimiento, magullándose o quedando gravemente heridos, lo que en el símil quiere decir que son olvidados. Eso explicaría todo.

martes, 16 de octubre de 2012

El Apodo Perfecto

A cada mujer que he tenido en mi vida le ha caído un sobrenombre, siempre de animal. Por ejemplo, a Karina la llamaba 'Conejita' por su colita coquetona. A Andrea le decía 'Ardilla' porque era chiquita y se movía de un lado para otro con rapidez. A Marisol le tuve que poner obligado la chapa de 'Gata' porque tenía unos ojazos verdes y era calentona en la cama. ¿Cómo debo llamar entonces a Claudia? Ella es mi actual pareja y es la peor de todas, es una verdadera...¡Rata! 

viernes, 5 de octubre de 2012

Decisiones

Ahora que es usual que padre y madre trabajen, el papel de la nana en la crianza de los hijos es casi tan importante como el de aquéllos. Pero encontrar una buena nana no es tan fácil. Tuvimos suerte, pero la que habíamos tenido por más de dos años nos había dejado de repente y tuvimos que buscar una casi a la carrera. Tras algunos días encargando nuestra hija a mi cuñada y a mi suegra, encontré la que pensé que sería la ideal. Había tenido varios años de experiencia cuidando niños de hasta cinco años y sus referencias eran muy buenas. De hecho, empezó bien en el trabajo y nuestra hija se adaptó rápidamente a ella, pero a la tercera semana nos dijo a mi esposa y a mí que tenía que contarnos algo personal. Lo primero que pensé fue que no se había adaptado, pero nos contó que estaba embarazada.
 
A partir de ahí, en las siguientes semanas todo fueron problemas: que su embarazo era de riesgo, que su familia se oponía a que trabajara, que el novio la dejó. Y todo eso, obvio, iba minando su rendimiento. La gota que derramó el vaso fue la noche que nuestra hija estuvo vomitando porque le cayó mal una cena preparada por ella que incluía (¡vaya menú!) tallarines a la huancaína y leche chocolatada, ya que ella ni caso hizo de lo que pasaba a pesar de que incluso tuvimos que ir a la clínica de emergencia en plena madrugada. Cuando a la mañana siguiente le hice notar nuestro malestar, me dijo que se sentía tan mal con todo lo que le estaba pasando que a pesar de haber escuchado todo no tuvo capacidad o voluntad de levantarse a ayudar. Con mucha pena, dados sus problemas, tuve que decirle que lo mejor tanto para ella como para nosotros era que se fuera, que su situación ya había empezado a afectar de manera demasiado notoria a su trabajo y que el cuidado de una niña de cuatro años no era cosa de juego. No fue fácil para nosotros tampoco y casi recuerdo el momento en que se despidió como que hubiera sido hoy mismo.
 
Años después, me la encontré en un supermercado. Me saludó y me costó recordarla, pero cuando me dijo su nombre la identifiqué. Como igual no teníamos mucho de qué conversar, le pregunté por su hijo.
- Ah, señor, usted no supo. Nunca lo tuve.
Y me volvió a dar pena.